jueves, 21 de enero de 2010

¿Niños?

Es el segundo balonazo de la tarde. El primero me había pillado en plena celebración de gol virtual con el Fifa 2010. Me levanto del salón y busco un culpable detrás de los estores de la cocina. No hay nadie. Espero. Rezagada. Nada. Me doy la vuelta hacia el salón. A los quince minutos vuelvo a oír las risas y las voces y los balonazos contra la pared. Si hay tercera saldré como una choni de verdad. ¿Para qué? Pienso dos segundos después. ¿Tienen esos niños la culpa de que nadie mire para ellos? Podrían estar linchando a un anciano o quemando a un indigente. Nadie se enteraría. Ni la madre que los parió. Estos niños llevarían un fusil al hombro si vivieran en Sierra Leona, serían inmunes a la basura en La Chureca (Nicaragua) o expertos en minas antipersona en Gaza. Al final son los mismos pero con distinta cara y distinto nombre. Cada vez que oigo el ruido del balón al estrellarse a escasos centímetros de mi ventana me entran ganas de salir y partirles la cara; pero les miro y me dan pena.

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