viernes, 22 de enero de 2010

Un minuto con Kavafis

CUANTO PUEDAS

Y si no puedes hacer
tu vida como la quieres,
en esto esfuérzate
al menos cuanto puedas:
no la envilezcas
en el contacto excesivo con la gente,
en demasiados trajines y conversaciones.
No la envilezcas llevándola,
trayéndola a menudo y exponiéndola
a la torpeza cotidiana
de las compañías y las relaciones,
hasta que llegue
a ser pesada como una extraña.

Constantino Kavafis

jueves, 21 de enero de 2010

¿Niños?

Es el segundo balonazo de la tarde. El primero me había pillado en plena celebración de gol virtual con el Fifa 2010. Me levanto del salón y busco un culpable detrás de los estores de la cocina. No hay nadie. Espero. Rezagada. Nada. Me doy la vuelta hacia el salón. A los quince minutos vuelvo a oír las risas y las voces y los balonazos contra la pared. Si hay tercera saldré como una choni de verdad. ¿Para qué? Pienso dos segundos después. ¿Tienen esos niños la culpa de que nadie mire para ellos? Podrían estar linchando a un anciano o quemando a un indigente. Nadie se enteraría. Ni la madre que los parió. Estos niños llevarían un fusil al hombro si vivieran en Sierra Leona, serían inmunes a la basura en La Chureca (Nicaragua) o expertos en minas antipersona en Gaza. Al final son los mismos pero con distinta cara y distinto nombre. Cada vez que oigo el ruido del balón al estrellarse a escasos centímetros de mi ventana me entran ganas de salir y partirles la cara; pero les miro y me dan pena.

martes, 12 de enero de 2010

Libertad

Caminó, desnuda, por aquel tejado cobrizo. La gente miraba hacia arriba, pudorosa. ¿Miraban sus ojos? ¿Miraban su vientre? ¿Miraban su sexo? Algunos sacaron sus teléfonos móviles. ¿Vais a sacarme fotos? ¿Vais a llamar a la policía? ¿Vais a cotillear con vuestros amigos?

Ellos no entendían nada. Pensaban, seguro, que era una loca más. Pensaban que si se acercaba más al borde de aquel tejado sería una loca menos. Pero no era eso lo que iba a hacer. ¿Nadie entendía ya las metáforas?

-- ¿Vas a saltar? -- preguntó un niño relamiendo un bocadillo de Nocilla.

-- No -- dijo ella--. Sólo quiero mostraros que ya soy libre.

Y entonces dejaron de mirarla.

lunes, 11 de enero de 2010

La nada

Van a dar las once y no he hecho nada. Nada de lo que debería haber hecho.
Me he tomado un descafeinado sin leche. He comido un donuts caliente.
He leído, por encima, los titulares de cinco periódicos.
He engullido cuatro post de dos blogs diferentes.
He bajado los estores del salón para que no me vean llorar.
He vuelto a llorar, creo, sin sentido.
He vuelto a preguntarme qué hago aquí, hacia dónde voy.
Ahora sólo sé de dónde vengo.
Creo que sería feliz si trabajara en la cocina de un restaurante.
Creo que sería feliz si trabajara de cajera en un supermercado.
Creo que sería feliz si estuviera embarazada.
Lo que me sorprende, es que creo que sería feliz si ya no estuviera aquí.

miércoles, 6 de enero de 2010

Maldito enero

Sintió ganas de vomitar pero se acarició el vientre con las yemas de los dedos para relajarse. Tenía frío. Mucho frío. Encima de la mesa del salón aún estaba el papel de regalo. Desmenuzado. Heho añicos. Sin contenido ya no tenía el mismo brillo. Ella, de hecho nunca le había dado importancia a los envoltorios. De ningún tipo.

Se miró los brazos, desnudos. Odiaba aquel vello tan oscuro. Ahora ya le daba igual. El teléfono sonó pero lo ignoró. Él había salido a tirar el papel para reciclar. Siempre habían dicho que eran una pareja modélica. ¿Qué significaba aquello? Ella sabía que él deseaba acostarse con otras mujeres. Ella directamente lo hacía con otros hombres desde hacía dos años. Aquello no podía ser modelo de nada.

Le habían gustado los libros. Y el collar. Y el jersey. Era la vida la que no le gustaba. La cuchilla Venus no era un regalo de Reyes pero ese 6 de enero era lo único que ocupaba su atención. Dudó la primera vez. Y la segunda. A la tercera, como en los tópicos, fue la vencida. Se mareaba con la sangre y allí había mucha. Esa vez, sin embargo, sabía que no iba a despertar. Y eso le gustó.