martes, 30 de marzo de 2010

¡Maldita Katie!

A ti, que sabes a quien me refiero

Hace unos años B. era un púber encantador con granos
que recibía besos de canela y los guardaba
en la bandeja de entrada de su ordenador.

B. fantaseaba con ser como D.
que era el personaje de una serie rodada en Boston
en un lugar
que empezaba con C. y no se parecía a su pueblo.

B. odiaba a su padre
pensaba en cosas
normales e incluso sabía hacer la O sin un vaso.

Mucho antes de que Katie se casara con una estrella de Hollywood
a B. empezó a crecerle el pelo, la barba y la contracultura
por todo el cuerpo que ya no era el de un púber
sino el de un hombre que soñaba con ser Bob Dylan
y se pajeaba en su camión si el sol asomaba entre las nubes.

Nunca vi a una persona que le sentara tan mal leer
y tan bien al mismo tiempo
lo mismo le pasó con el cine.

B. dice cosas extrañas:
quiero cultivar una huerta y viajar en tractor,
quiero suicidarme en los Cañones de Colorado...

B. canta ahora las cosas que él no sabía escribir
cuando era joven y que yo no me atrevía
B. no cree en el amor
del mismo modo que no cree en Dios.

No sé si Katie tendrá la culpa de todo
--¡Maldita Katie!--
pero yo creo que B. no es feliz
y quiero ayudarle.

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