viernes, 12 de marzo de 2010

Doce de marzo (de 2004)

He comprado tres periódicos. Y no por la pluralidad. ¿Existe eso?
Los he comprado para que me quedara rematadamente claro que lo que pasó ayer fue real y no una pericia póstuma de Orson Welles.
¿Cómo puede tolerarse el morbo de contar víctimas? El zapping ayer era un acto macabro. Se sumaban los cuerpos sin vida y los cuerpos heridos.
Vidas cercenadas. ¿Trenes malditos? No, maldios aquéllos que profanaron la rutina cotidiana de esos trenes.
Esas cosas sólo deberían pasar en las películas. O en otros países que no sean el nuestro, rumian algunos entredientes. ¡Cobardes! Esas cosas no deberían pasar nunca. Ni en los libros.
Es entonces cuando echas de menos la lacra del paro, de las hipotecas, de las rupturas sentimentales, de los exámenes suspensos, de las notas desafinadas, de los tiros libres fallados, de los granos en el mentón, de los condones rotos... porque con esa lacra, a priori, no debes enterrar a nadie.
Mahdi ya no es Mahdi. Mahdi hoy es un "moro de mierda".
Todos gritan y lloran y maldicen. ¿Se dan cuenta de que el odio no nació en Atocha? Ni siquiera en Irak. El odio is on the air, como el amor en la canción.
Tiro los periódicos a la basura. Sé que estoy haciéndome la fuerte porque también tengo ganas de llorar por toda esa gente que no conozco; pero no lloro.
A partir de ahora, todos los 11-M serán aniversario. ¿Y qué pasa con los 12 de marzo? ¿La amargura del día después es menos amargura?
Me desnudo. Entro en la ducha. Hoy en más de un lugar ha nacido alguien. Se me escapa una sonrisa. Qué hija de puta es la vida.

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